domingo, 9 de agosto de 2009

Bien planteado, mal resuelto




El ser humano es perezoso por naturaleza. Normalmente no es brillante; incluso podríamos decir que en general se caracteriza por una estupidez moderada, no espectacular. Ocasionalmente a algún espécimen se le ocurre una buena idea pero incluso en estos rarísimos casos, se trata de apenas un destello sin continuidad ni trascendencia. Cómo esta raza de primates sesteantes, lujuriosos y bobalicones ha logrado esquivar la extinción durante cientos de miles de años no puede sino sorprender al observador externo y el que algunos especímenes muten y muestren inquietudes estéticas sume a dicho observador en una perplejidad abisal a la vez que le produce una lástima casi infinita por lo futil y pueril del intento.


Nos ocupa uno de estos intentos. Si cualquiera de ellos está condenado al fracaso más estrepitoso, esto es especialmente cierto cuando la reserva genética del especímen en cuestión tiene ya deficiencias estructurales conocidas y notorias. Max Brooks es hijo bada menos que de Melvin Kaminsky, más conocido por su nome de guerre Mel Brooks, cuya contiribución más famosa a la historia del humor humano es la frase "¡Vaya par de aldabas!" para referirse a ciertas glándulas mamarias de tamaño respetable de una hembra de la especie en la casi graciosa El Jovencito Frankenstein (1974). Con estos antecedentes, poco se podía esperar.






Max Brooks tuvo un éxito de ventas notable con una obrita menor titulada Zombi: Guía de Supervivencia que, como su nombre indica, recopilaba una serie de consejos prácticos para defenderse de los ataques de los muertos vivientes. Ingenioso el formato, graciosa la idea, superfriqui el concepto y sin más ni más.


El éxito de los más de setecientos mil (¡700.000!) ejemplares vendidos llevó al autor a intentar ora vuelta de tuerca, publicando Guerra Mundial Z: Una Historia oral de la Guerra Zombi. Se trata de una especulación sobre las consecuencias que tendría para la humanidad una pandemia que la llevara hasta el borde de la estinción. El que dicha pandemia (la Rabia Africana) adopte la forma de un Síndrome Zombi, en el que los afectados se comporten como tales y que se transmita por el mordisco de los infectados no deja de ser una forma de aprovechar el tirón del éxito anterior y de remozar mínimamente un género que ya ha pasado pro el ébola, por el VIH, por el síndrome de Creutzfeldt-Jakob y más recientemente por las gripes aviar y porcina.


El formato elegido es una colección de testimonios de supervivientes, expurgada de un informe de Naciones Unidas sobre la Guerra. Esto le permite al autor dar un enfoque coral e impresionista a la novela, librándose así de la necesidad de dotar de estructura al conjunto, que queda deslavazado por decirlo de manera suave.


El libro no empieza mal, contando cómo las autoridades chinas ocultan los primeros brotes, impidiendo así que se tomen medidas más efectivas o cómo el tráfico ilegal de órganos provoca que la epidemia pase del tercer mundo al primero o cómo Sudáfrica es el primer país que se enfrenta al dilema moral del Mal Menor, decidiendo sacrificar parte del territorio y la población ante la imposibilidad de poder defender exitosamente el total.


El problema es que la novela no tiene mucho más que ofrecer y, pasadas las cincuenta o cien primeras páginas, se va deslizando paulatina e inexorablemente por lo repetitivo y banal y acaba en el imperdonable pecado de ser un coñazo.


A la irritación que produce siempre la decepción, en este caso hay que añadir además un yanquicentrismo más evidente a medida que transcurre la novela y que acaba siendo entre burdo y ofensivo: Se esquiva el islam (no se si por evitar la fatwa), los chinos son malísimos, los rusos vuelven a un zarismo fundamentalista e imperialista, Europa no existe, el presidente de USA se erige en el líder del mundo libre, muy a la Churchill, Estados Unidos salva al mundo, la cuba castrista cae, todos son felices y se comen perdices en abundancia.

Lo dicho, una mierda, mucho ruido y pocas nueces, arrancada de caballo y parada de burro. Fallido total. Como decía Ortega: ¡No es esto, no es esto!

Y mira que fue Best-Seller del New York Times. Se me va a desplomar la fe en el Occidente Libre...




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