domingo, 26 de octubre de 2008

Soy un superhéroe y hace cuatro días que no me pongo los leotardos

y a duras penas lo resisto.

Y eso que me resulta difícil entenderme en esto. No me tengo por particularmente amante de la lycra, ni de la estética setentera ni de los musculitos ni de marcar paquete.

Pero me gusta perseguir a Catwoman por los tejados. Por ejemplo.

Cuando me psicoanalizo y me pregunto por qué a mí -maduro, culto, sofisticado, decadente- me gustan los tebeos de superhéroes, me quedo un rato pensando sin llegar a ninguna conclusión.

Probablemente tiene que ver con el escapismo, con la sublimación, con la frustración no reconocida de una vida sin Villanos, sin Epica, sin Peleas, sin Salvar al Mundo. Es un poco esquizofrénico pero no es tan raro. Pasa en las mejores familias

A Alonso Quijano le pasaba lo mismo ya hace tiempo y, si no se le llega a ir la mano con las setas entre los duelos y los quebrantos, nadie lo habría notado; entonces los tebeos de superhéroes se llamaban novelas de caballerías pero era parecido.

También puede ser un tema económico. La verdad es que no tengo mucho tiempo para leer y la continuidad y las convenciones del género me proporcionan un contexto muy rico sobre el que apalancar una historia sin necesidad de imaginar el mundo desde cero, que es un coñazo y requiere tiempo: Antes de empezar un tebeo de Batman, sé ya tantas cosas de Bruce Wayne y su co(ho)rte de efebos y archinémesis, tanto de cómo afectó Gwen Stacy a la tardoadolescencia de Peter Parker, tanto de la relación de Tony Stark con el alcohol y las mujeres, tanto de las contradicciones de Oliver Queen y de Hal Jordan, tanto monta, monta tanto...

Incluso puede estar ligado a mi concepción posmodernista del arte: nada más divertido y emotivo que jugar, versionar, homenajear, extrapolar y deconstruir. Como en la Alta Cocina. Y en el género tenemos caldo de cultivo sabroso, materia prima rica en nitratos. De hecho, las mejores historias de superhéroes están (en mi -no tan- humilde opinión) siempre en los límites del género. No por obvios voy a omitir citar aquí Miracleman, El Retorno del Señor de la Noche, Watchmen, The Authority o The Ultimates.

O puede que sólo sea infantil o loco. Algo de eso se comenta. Recuerdo una rubia en Siete Soldados de la Victoria que tiene mi mismo síndrome y se pregunta:

"...¿Cómo se distingue entre un superhéroe y un fetichista con tendencias suicidas?
...¿es cuándo te unes a un supergrupo y tu psicosis queda validada por el consenso?..."
Así que ya sabéis, yo puedo salir de patrulla los martes y los jueves por la noche. Prefiero buscar superchorizos que científicos malvados. Si alguien se anima, que me deje una nota.

Y sí, como se sostiene en El Lio de los Sinestro Corps, los macroeventos y los crossovers son un coñazo marquetiniano, en el sentido peyorativo del adjetivo, pero incluso en los muladares hay perlas y si no, pensad por ejemplo en Identity Crisis.

y además, con no leerlos es suficiente.

Pero no te creas que me convenzo, ¿por qué los superhéroes y no los westerns o los de piratas? ¿Es casualidad y sólo por qué soy de mi circunstancia? Puede, pero no creo.

Puede haber un tema sexual. Me parecen inquietantes las reflexiones de Morrison en su Bulleteer o la relación entre Nite Owl y Silk Spectre en Watchmen pero... no se.

Abundaremos en el tema.