Casi nunca hay algo nuevo bajo el sol. Hay una anécdota, no se si apócrifa, de Unamuno, que le tiene manteniendo una discusión con una señora que, en un momento dado, le dice:
-Bueno, don Miguel, sobre gustos no hay nada escrito.
-Perdone, Señora, sobre gustos hay muchísimo escrito; lo que ocurre es que usted no se lo ha leído.
Pues eso, que parece que el auge de los superhéroes es un fenómeno distintivo del siglo XX donde los haya, una democratización antes nunca vista de la narrativa, una masificación de la cultura, la inteligente explotación ad infinitum de un modelo sencillo, una industria alimenticia dominada por la mercadotecnia y despreciada por los intelectuales.
Parece también que asistimos a un fenómeno histórico único en cuanto a que una sola obra -Watchmen- eclosiona de repente de la nada y dinamita las convenciones de un género, a la vez agotándolo, homenajeándolo y redefiniéndolo.
Parece por último que -igual que la existencia de superhéroes no cambia en nada el mundo en la continuidad tradicional salvo por el propio hecho irrenunciable de su existencia- Watchmen es una perla en un muladar: brillante, sí, pero aislada y rodeada de inmundicia, y además inerte y sin progenie.
En todo lo anterior hay cuatro mentiras de bulto y el estudiante avezado debería ser capaz de señalar al menos otras dos. Señálelas y arguméntelas razonadamente.
A mí aquí hoy me apetece hablar de alguna de ellas, y los grandes paralelismos existentes entre los tebeos de superheróes y las Novelas de Caballerías que hacían las delicias de los los pocos letrados que había en la España y el Portugal del Siglo XVI me sirven para ejemplificarlas. Se trata de un género que fue extremadamente popular y en el que se narraban las aventuras imposibles de caballeros andantes inexistentes.
El porqué de la existencia de los géneros en el arte es como de bachillerato o cómo se llame ahora, pero para los del abandono escolar, los de las ciencias y los del Alzheimer, señalemos aquí que el género proporciona un terreno común a escritor y lector (en cuanto a esquema a la vez creativo e interpretativo) que consigue tanto una mayor eficiencia en la creación del presunto hecho artístico, como una posible mayor sofisticación y profundidad del mismo, al garantizar que los lectores comparten un conjunto de informaciones y experiencias previas.
La relevancia del género en la obra es más importante y su uso más autolimitativo cuanto más industrial es la narración. Por el contrario se puede aceptar que hay obras artísticas que trascienden absolutamente las nociones de género.
Ejemplos de géneros habitualmente autolimitativos: Aparte de los evidentes superhéroes vienen inmediatamente a la cabeza otros fenómenos de producción taylorista como las novelas de caballerías, los folletines de capa y espada, los cuplés, las historias de Anne Rice o los discos de Operación Triunfo.
Una simple mirada a la wikipedia muestra que las señas de identidad de los superhéroes clásicos se podrían aplicar casi punto por punto a la ficción caballeresca (¡quinientos años antes!):
Y en cuanto a la intelligentsia, si entre los aficionados a la lectura de las novelas de caballerías estuvieron Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola, ahora tenemos a Batman nada menos que en la Revista de Occidente, por ejemplo. Concretamente en el número de Setiembre de 2008, con el artículo titulado “Los hijos del Caballero Oscuro. Mutaciones sensoriales en el Batman de Frank Miller“. Mutaciones sensoriales. hay que joderse. Es que estos intelectuales son la caña.
En 1986, los superhéroes languidecían por muchas razones. Sin ser exhaustivos:
Lo que hace Watchmen (el tebeo) es simple como todo lo genial: Toma el paradigma superheróico tradicional y lo estira como una goma explorando:
-la psicología de unas personas que son capaces de salir a la calle todas las noches con antifaces y leotardos: sus motivaciones, sus traumas, sus manías, sus complejos...
-las implicaciones en la sociedad y en el mundo de la existencia del superhéroe
-los aspectos generalmente esquivados por los tebeos convencionales: sexo, política, violencia.
Y todo este revisionismo, esta mirada crítica con un formato autoimpuesto que respeta -al menos en la brillante superficie- todas las convenciones del género, hace daño como sólo te puede hacer alguien que te quiere y que conoce tus puntos débiles. Watchmen nos hizo crecer. No podíamos volver a leer los tebeos de la misma manera. La deconstrucción (herramienta posmodernista donde las haya) se prueba aquí once again como uno de los métodos creativos por excelencia.
Los que seguís esta columna sabéis que no soy dado a los halagos, pero la deconstrucción que hacen Moore y su artesano es absolutamente genial y reforzada además por una innovación estructural, un ritmo narrativo y un sentido poético sin parangón.
Bueno, sin parangón ...cercano porque volviendo a las novelas de caballería, el ejercicio deconstructivo de Moore es muy paralelo en intención, alcance, innovación y consecuencias artísticas al que hizo Cervantes en un libro que se llama El Quijote. ¿Exagero estirando el paralelo? No, sólo la pátina de respetabilidad académica y el tono más o menos tragicómico separan ambos intentos. Por citar a un académico (José M. Cuesta):
"El Quijote constituye una prueba fehaciente de que el modo más efectivo de invalidar un género arcaizante se logra utilizando sus propias estructuras para ir contra ellas o, cuando menos, ponerlas en el entredicho del relativismo (deconstrucción)".
Tal vez el único aspecto en el que el bisturí de Moore no está a la altura es en la exploración de la alienación del sujeto superpoderoso frente al resto de los seres humanos. Cierto que hace un tratamiento estructuralmente impecable del Dr. Manhattan, pero Moore ya había tratado el tema de manera mucho más impresionante unos años antes (1982) en Miracleman. Pero de eso hablamos otro día. Y de los predecesores. Y de los que siguieron.
Según la RAE,
deconstruir.
-Bueno, don Miguel, sobre gustos no hay nada escrito.
-Perdone, Señora, sobre gustos hay muchísimo escrito; lo que ocurre es que usted no se lo ha leído.
Pues eso, que parece que el auge de los superhéroes es un fenómeno distintivo del siglo XX donde los haya, una democratización antes nunca vista de la narrativa, una masificación de la cultura, la inteligente explotación ad infinitum de un modelo sencillo, una industria alimenticia dominada por la mercadotecnia y despreciada por los intelectuales.
Parece también que asistimos a un fenómeno histórico único en cuanto a que una sola obra -Watchmen- eclosiona de repente de la nada y dinamita las convenciones de un género, a la vez agotándolo, homenajeándolo y redefiniéndolo.
Parece por último que -igual que la existencia de superhéroes no cambia en nada el mundo en la continuidad tradicional salvo por el propio hecho irrenunciable de su existencia- Watchmen es una perla en un muladar: brillante, sí, pero aislada y rodeada de inmundicia, y además inerte y sin progenie.
En todo lo anterior hay cuatro mentiras de bulto y el estudiante avezado debería ser capaz de señalar al menos otras dos. Señálelas y arguméntelas razonadamente.
A mí aquí hoy me apetece hablar de alguna de ellas, y los grandes paralelismos existentes entre los tebeos de superheróes y las Novelas de Caballerías que hacían las delicias de los los pocos letrados que había en la España y el Portugal del Siglo XVI me sirven para ejemplificarlas. Se trata de un género que fue extremadamente popular y en el que se narraban las aventuras imposibles de caballeros andantes inexistentes.
El porqué de la existencia de los géneros en el arte es como de bachillerato o cómo se llame ahora, pero para los del abandono escolar, los de las ciencias y los del Alzheimer, señalemos aquí que el género proporciona un terreno común a escritor y lector (en cuanto a esquema a la vez creativo e interpretativo) que consigue tanto una mayor eficiencia en la creación del presunto hecho artístico, como una posible mayor sofisticación y profundidad del mismo, al garantizar que los lectores comparten un conjunto de informaciones y experiencias previas.
La relevancia del género en la obra es más importante y su uso más autolimitativo cuanto más industrial es la narración. Por el contrario se puede aceptar que hay obras artísticas que trascienden absolutamente las nociones de género.
Ejemplos de géneros habitualmente autolimitativos: Aparte de los evidentes superhéroes vienen inmediatamente a la cabeza otros fenómenos de producción taylorista como las novelas de caballerías, los folletines de capa y espada, los cuplés, las historias de Anne Rice o los discos de Operación Triunfo.
Una simple mirada a la wikipedia muestra que las señas de identidad de los superhéroes clásicos se podrían aplicar casi punto por punto a la ficción caballeresca (¡quinientos años antes!):
- Se trata de ficciones de primer grado, que se llaman así por ser las más primitivas antropológicamente. O sea que son narraciones en las que el interés del lector y el arte estriban exclusivamente en la peripecia; ni en la trama ni en el contexto ni en la caracterización de los personajes. Estos últimos además no resultan afectados ni física ni psíquica ni emocionalmente por los hechos narrados.
- estructura abierta: Los héroes no mueren nunca, las aventuras son infinitas y las complicaciones imposibles. ¿Por qué va uno a provocar el fin de algo (en la industria editorial se habla de los distintos superhéroes como "franquicias" e incluso como "propiedades") que da dinero?
- estructura repetitiva: Hay dos o tres cánones a los que se adaptan todos los guiones, variando detalles superficiales. El más habitual viene a ser Amenaza imposible-Derrota y desesperanza aparentes- triunfo improbabilísimo in extremis, producido por la casualidad, el ingenio o el amor. La suma de la apertura y la repetitividad de las estructuras, hace que las propiedades puedan pasar fácilmente de guionista a guionista sin mucha complicación.
- hazañas extraordinarias: La improbabilidad de tales concatenaciones de complicaciones, batallas y amenazas es como para descojonarse de risa, la suspensión de la incredulidad imposible, aunque sólo sea por acumulación.
- violencia glorificada: Huelen siempre a testosterona. A orina de macho alfa dominante.
- nacimiento extraordinario del héroe: Arañas radiactivas, rayos cósmicos, rayos gamma, viajes galácticos,... papel pal bul, manzanas de caramelo, martillos y palulús.
- Geografía Fantástica: Esto pilla entre Metrópolis y Gotham City a medio camino entre la Galaxia Kree y el Imperio Skrull.
Y en cuanto a la intelligentsia, si entre los aficionados a la lectura de las novelas de caballerías estuvieron Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola, ahora tenemos a Batman nada menos que en la Revista de Occidente, por ejemplo. Concretamente en el número de Setiembre de 2008, con el artículo titulado “Los hijos del Caballero Oscuro. Mutaciones sensoriales en el Batman de Frank Miller“. Mutaciones sensoriales. hay que joderse. Es que estos intelectuales son la caña.
En 1986, los superhéroes languidecían por muchas razones. Sin ser exhaustivos:
- Por ser esclavos de su éxito, teniendo que adaptarse a una continuidad mensual, a unos costes y a unas expectativas y, como todos sabemos, nada hay más incapaz de evolucionar que una empresa que está teniendo éxito en su negocio.
- Porque el Comics Code que se habían autoimpuesto a raíz de la publicación de Seduction of the Innocent (no olvidemos que USA pertenece a la más puritana Anglosajonia) no les dejaba evolucionar: Ni desnudeces, ni sexo. por descontado, tampoco ni política ni violencia extrema y en general evitar esquivar cualquier tema escabroso o meramente interesante. Por ejemplo prohibía presentar a "los policías, jueces, oficiales gubernamentales y otras instituciones de autoridad (...) de cualquier modo que cree falta de respeto hacia la autoridad establecida". Fijaros que hoy no se podría publicar ningún periódico español de acuerdo a esa norma (juáaa). Otros aspectos bastante limitativos eran que "en toda circunstancia el bien triunfe sobre el mal" y que se desaliente "la muerte de oficiales de la justicia como resultado de actividades criminales".
- Por falta de imaginación. No se me ocurre nada para explicar esto último.
Lo que hace Watchmen (el tebeo) es simple como todo lo genial: Toma el paradigma superheróico tradicional y lo estira como una goma explorando:
-la psicología de unas personas que son capaces de salir a la calle todas las noches con antifaces y leotardos: sus motivaciones, sus traumas, sus manías, sus complejos...
-las implicaciones en la sociedad y en el mundo de la existencia del superhéroe
-los aspectos generalmente esquivados por los tebeos convencionales: sexo, política, violencia.
Y todo este revisionismo, esta mirada crítica con un formato autoimpuesto que respeta -al menos en la brillante superficie- todas las convenciones del género, hace daño como sólo te puede hacer alguien que te quiere y que conoce tus puntos débiles. Watchmen nos hizo crecer. No podíamos volver a leer los tebeos de la misma manera. La deconstrucción (herramienta posmodernista donde las haya) se prueba aquí once again como uno de los métodos creativos por excelencia.
Los que seguís esta columna sabéis que no soy dado a los halagos, pero la deconstrucción que hacen Moore y su artesano es absolutamente genial y reforzada además por una innovación estructural, un ritmo narrativo y un sentido poético sin parangón.
Bueno, sin parangón ...cercano porque volviendo a las novelas de caballería, el ejercicio deconstructivo de Moore es muy paralelo en intención, alcance, innovación y consecuencias artísticas al que hizo Cervantes en un libro que se llama El Quijote. ¿Exagero estirando el paralelo? No, sólo la pátina de respetabilidad académica y el tono más o menos tragicómico separan ambos intentos. Por citar a un académico (José M. Cuesta):
"El Quijote constituye una prueba fehaciente de que el modo más efectivo de invalidar un género arcaizante se logra utilizando sus propias estructuras para ir contra ellas o, cuando menos, ponerlas en el entredicho del relativismo (deconstrucción)".
Tal vez el único aspecto en el que el bisturí de Moore no está a la altura es en la exploración de la alienación del sujeto superpoderoso frente al resto de los seres humanos. Cierto que hace un tratamiento estructuralmente impecable del Dr. Manhattan, pero Moore ya había tratado el tema de manera mucho más impresionante unos años antes (1982) en Miracleman. Pero de eso hablamos otro día. Y de los predecesores. Y de los que siguieron.
Según la RAE,
deconstruir.
1. tr. Deshacer analíticamente los elementos que constituyen una estructura conceptual.
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