domingo, 20 de febrero de 2011

Radiohead: En brazos de la mujer madura

Conforta; no sorprende. No tienes mariposas en el estómago, ni esa opresión en el pecho. No te abrasan las ingles, nunca llegas a terra incognita. Tal vez más allá haya monstruos, pero si acaso serán los del tedio y los del eterno retorno de lo idéntico, no los de la sangre en el espejo, no los de los androides paranoides.

Sin embargo, qué ternura, qué regazo, qué perfume a la vez sexy y añejo, de jungla y tocador. Y la técnica: de meretriz de Babilonia, de puta de oficio perfeccionado por la voluntad y la repetición. Infinitos matices y lugares a los que nunca te llevaría Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas.

Estas son las sensaciones que produce el último y esperadísimo trabajo de la banda de Oxford. Son tantos años siendo la banda de rock más moderna e influyente del planeta que claro.

Es una ecuación que no tiene solución: A determinadas alturas ya o te repites y no aportas mada nuevo o exploras nuevos caminos que te roban tus señas de identidad y defraudan a tus incondicionales. Verdad casi universal, de García Márquez a Paul Auster, de Picasso a Antonio López. Poquísimas excepciones, Goya quizás, tal vez Torrente Ballester. Radiohead no.

Ya no pueden irrumpir, como con el Creep de Pablo Honey, ni revolucionar la década como con OK Computer (Karma Police, Paranoid Android,...). Y eso que ellos, cuando ya parecía todo dicho, pudieron dar una inesperadísima vuelta de tuerca con Kid A y Amnesiac, pero nada dura para siempre...

Dicho lo cual, Radiohead siempre es Radiohead, como Vargas Llosa o como los Rolling. Y cualquier disco suyo merece atención y expectación, tanto en el modelo de negocio como en el contenido musical. Es de las pocas bandas y casi la única superbanda que opina, como Alex de la Iglesia, que Internet es nuestra Salvación, ora pro nobis, y que a nosotros los músicos más nos vale encontrar la forma de monetizar nuestro genio digital y estar dispuestos -como los juglares y las orquestas de antaño- a dejarnos la piel en el asfalto de las giras y los conciertos. Si en su anterior trabajo (In Rainbows, 2007) sorprendieron no sólo a la escena musical sino a las discográficas y a las escuelas de negocios, ofreciendo su disco en internet por la voluntad, ahora el nuevo lo comercializan directamente, sin discográfica, a siete euros o nueve dólares, con descarga digital desde la página creada para este fin.

En cuanto a la música, The King of Limbs es un disco de texturas, hecho con cariño y con cuidado. Parece que han disfrutado, encontrando tratamientos y ambientes sofisticados para sus melodías y falsetes que podrían haber sido infinitamente más comerciales con más guitarras y menos loops, ecos y samples, y con menos electrónica.

Es un disco menos asequible que In Rainbows, no experimentador a ultranza pero sí sobresaliente -albricias- del adocenado y uniformado tratamiento instrumental que invade la música popular contemporánea.

No creo que sea un éxito de público o de crítica, y los incondicionales tendremos unos años de duda hasta saber si se trata de una coda o de un momento de transición, aunque me temo lo peor. Ahora bien, como coda resulta más que digno y más que medianamente interesante.

Si le tengo que poner una pega a este disco de Radiohead, es que parece más un disco de su cantante Thom Yorke. Algunos cortes recuerdan bastante a su trabajo en solitario The Eraser y además, parece que la creatividad del grupo esta vez se ha quedado en el cantante y el batería, como si los de las cuerdas y los teclados tuvieran algodones entre las orejas. El videoclip del primer single Lotus Flower, con Yorke en solitario recreándose en una grotesca coreografía, no hace más que confirmar esta impresión.


¿Es posible que Yorke se esté metamorfoseando en Beyoncé? Juzguen ustedes mismos...

Pero make no mistake, conforta, conforta, conforta...