domingo, 20 de septiembre de 2009

Arqueología repelente

No existe una sola persona de más de 35 años en España que si escucha decir:
-Todos los días un plátano
pueda evitar responder inmediatamente:
-Por lo menos

Lo cuál es sorprendente dado el bajísimo nivel de actividad sexual de esa generación, pero no es de eso de lo que quiero hablar hoy.

A los mismos individuos, si les dices:
-Bic Naranja escribe fino
contestarán rápidamente
-Bic Cristal escribe normal.

Incluso un porcentaje no desdeñable de ellos seguirán
-Bic Naranja, Bic Cristal, dos escrituras a elegir, Bic, Bic, Bic, Bic, Bic.



Los memes publicitarios eran terriblemente infecciosos, o tal vez como sólo había dos canales de TV y poco más que hacer en la España tardofranquista, nos veíamos sometidos al mismo estímulo un número de veces muy superior al promedio actual.

Era todo muy casposo y muy gracioso:
¡Cuide su cristalino... en Óptica San Gabino!



muy entre De Rechupete y el Ku Klux Klan


muy entre gafapastoso y francamente flatulento



Y eso que no he encontrado imágenes de aquella Joya de la Publicidad Minimalista que yo llamo el Mamayá.

Creo que era uno de los primeros anuncios del Tampax en la tele: Niña de 13 años se acerca a su madre y con sonrisa azorada le dice simplemente:
-Mamá,....... ¡ya!

¡Qué potito, qué condensado!, sorteando el tabú absurdo pero vigente de hablar del período en público. Hay que quitarse el sombrero ante aquel publicista ignoto.

Incluso en la actualidad asistimos a algún revival de los horrores aquellos, probablemente desacertado. Esta campaña está ahora en la tele:



Claro que veníamos de tiempos aún más siniestros, de cuando los anuncios de la radio eran:

Pi pi pi pi Piiiiiiiiii
Aquí Radio Intercontinental, Madrid.
Relojería Enrique Busián.
Enrique Busián. Mayor 6, Primero.
Enrique Busián no tiene puerta [de] calle.
Enrique Busián. Mayor 6, Primero.



Luego el país salió un poco del túnel y nos hicimos más -oui, c'est moi- sofisticados




Muuucho más sofisticados:

Mogis Lacguá,
Gelojes Mogis Lacguá
Agte de Pulsega

(siempre me acuerdo de la versión de Lo que Yo te Diga: Mogis Lacguá, Pgesegvativos Mogis Lacguá, Agte en su Miembgo)

Pero por el camino de la modernización tuvimos algunos minor setbacks...



Incluso algunos no tan minor que nos precipitaban de nuevo en los abismos de la caspa y la gafapastosidad




Pero siempre he opinado que con Gerappa, la modernidad publicitaria en España era ya irreversible. No hay sitio para Manuel Luque junto a James Brown..



como disculpa para aquella generación de publicistas excepto para el de Las Muñecas Famosa...



... tened en cuenta que todos recorremos los mismos caminos.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Paisaje después de la batalla

Paisaje después de la batalla, de F. Aydapus (2009).


Siempre me ha apasionado el arte conceptual.

Observad la elaborada disposición de pellejos, cartílagos y restos óseos que testifican el atrevimiento del artista en la búsqueda de esas líneas ascendentes, diagonales, expresivas, culminadas en ese huesecillo a modo de banderola.

Nos hallamos ante una nueva forma de arte sin duda, un arte efímero como corresponde a este siglo turbulento y acelerado, pero arte al fin y al cabo. Arte con Mayúscula, por las emociones de desolación y hastío que nos evoca y por lo riquísima que debía de estar esa ave. Parece una gallina. Y casi me atrevería a decir por el color de la salsa (huevo, piñones, tal vez azafrán) que empepitorizada.

Sublime. Descubramosnos ante la originalidad y el talento del artista.




jueves, 10 de septiembre de 2009

Losers total

toros nobles
chicas simpáticas
buenas personas
gregarios de lujo
hombres trabajadores
Este chico es voluntarioso
Es un gran ejecutor
te quiero mucho, pero como amigo
Pavones (¿o era Zidanes?)
Es gracioso
una rentabilidad pequeña, pero oye, es más que el ipc
Tenía muy buen tipo
Dejame pensarlo
Nos damos un tiempo
Hace lo que puede
Tengo que consultarlo
No estoy autorizado

sábado, 5 de septiembre de 2009

Bela Blues

A las siete menos cinco de la tarde un carillón anuncia habitualmente que va a terminar de manera inminente el horario de visitas en la Residencia, excepto los sábados, domingos, festivos, vísperas y la totalidad de los meses de Julio y Agosto, en los que el citado carillón se manifiesta a las ocho menos cinco.

La dirección del Centro es estricta con esta norma, casi incluso puntillosa, pero hay razones que justifican esta severidad:

En primer lugar, los residentes necesitan que la rutina se observe con disciplina ya que de otra manera sufren todo tipo de trastornos (del sueño, de la digestión, del humor, etcétera) que en absoluto se compensan con unos minutos más que puedan pasar con los visitantes.

Por otro lado, el funcionamiento de una residencia es como el de una orquesta; cada intérprete tiene su papel que -por breve que sea- debe ser representado no sólo de manera excelente sino exactamente en el instante apropiado. Las desviaciones en los horarios producen todo tipo de líos, de los que los mayores suelen ser discusiones entre los trabajadores de los turnos entrante y saliente sobre a quién le corresponde tratar tal o cual contingencia producida por la desviación en el horario. Estos conflictos sólo se pueden evitar, o al menos minimizar, con la ya mencionada puntualidad entre germánica y helvética.


Después de la cena, a las diez menos cinco de la noche (once menos cinco los sábados...) se produce el último acto del turno saliente (de tarde), que consiste en el reparto de la medicación nocturna. Como último deber de la jornada laboral, habitualmente se realiza con toda la prisa que permite la profesionalidad de los empleados, con una mezcla de buen humor recalentado, hartazgo y eficacia. Por supuesto que hay residentes que requieren medicación a deshora pero son los menos; la inmensa mayoría se puede acomodar a un régimen que no requiera medicación entre las diez de la noche y las ocho de la mañana.

Los residentes no son libres para elegir a qué hora se acuestan. A la mayoría se les ayuda en su higiene más o menos rudimentaria y se les encama antes de las once de la noche. Hay unos pocos que no necesitan estas asistencias y que además suelen gustar de ver la televisión. Todas las noches la televisión se apaga entre doce menos cuarto y medianoche, aprovechando la pausa publicitaria que caiga en ese intervalo para que haya menos protestas. Todas las noches los internos residentes que están viendo la tele rezongan en estos momentos, y protestan por la fatalidad que les tiene allí confinados alojados y por no poder ejercer derechos tan básicos como decidir a qué hora se acuestan y si pueden acabar de ver el programa de televisión o no. Estas protestas son rutinarias y normalmente ni son convincentes ni muy prolongadas ni crean situaciones difíciles para el personal de la Residencia.


De esta manera, a las doce y media ya la oscuridad y el silencio imperan en la residencia. El reinado de la oscuridad es relativo, puesto que hay luces de emergencia en todos los pasillos y habitaciones, y luces de mesilla junto a las cabeceras de algunos residentes, a los que la oscuridad produce inquietud. Por supuesto las salas de guardia están además perfectamente iluminadas y además del alumbrado hay en ellas monitores de videovigilancia y pantallas de ordenador (una de ellas -con el conocimiento y comprensión de la dirección del establecimiento- hace doblete como discreto receptor de televisión y ventana a Internet). En cuanto al silencio, pues tampoco es absoluto: Además del zumbido casi subsónico inevitable en cualquier edificio moderno (climatización, fluorescentes, frigoríficos, ordenadores y en general todos los duendecillos eléctricos que siempre nos acompañan y nos pasan desapercibidos excepto cuando ejercemos un esfuerzo consciente al respecto), hay muchos pequeños ruidos que rompen la monotonía de la noche: toses, balbuceos ininteligibles de los soñadores, pasos lentos y firmes de la ronda, pasos más leves de los repartos intempestivos de medicinas. Algunas veces también se escuchan pasos mucho más apresurados y alguna interjección, cuya causa habría que adivinar en cada caso, aunque hay que señalar aquí que la abrumadora mayoría de los decesos y de las crisis clínicas tiene lugar en lo que algunos (pedantes) médicos de guardia en la residencia llaman “el turno de Caronte”: entre las tres y las siete de la madrugada.



Antes de alcanzarlo, pasé varias horas persiguiéndolo por los interminables recovecos de este laberinto impío. La carrera resultó agotadora. Durante toda la noche me acosaron los espejismos a izquierda y derecha de los senderos que tuve que transitar. No se si estos eran fruto de mi agotamiento o conjurados por mi perseguido pero, fueran lo que fueran, tuve que recurrir a toda mi entereza de carácter para no cejar en la caza.

Los senderos en esta cueva del diablo están delineados por fuegos fatuos de una cualidad fosforescente grisácea y enfermiza. Estas lamparillas de los difuntos -como yo las llamo para mí- surgen del mismísimo suelo a intervalos más o menos regulares. Frecuentemente entre dos lamparillas más separadas de lo habitual se abre lo que sólo puedo calificar como una ventana al más allá. La ventana es típicamente rectangular, de las dimensiones de una puerta tirando a grande, y al otro lado de ella se ven siempre escenas que harían encanecer al soldado más curtido. En general son imágenes de decrepitud y enfermedad, pero las hay también de muerte, de agonía y de condenados del Infierno, deformes y grotescos, entregados a actos innombrables. Para mí las mas aterradoras resultan, sin embargo, aquellas que no puedo describir ni tan siquiera aprehender, escenas extrañas y paganas que por su carácter alienígena sólo pueden provenir de otros mundos, otros tiempos, otras dimensiones...

¡Albricias! ¡Eureka! Lo vi. Creí verlo. No sé. Tras la esquina. Apenas un remolino. Su vestimenta flamea, ondea, él se tambalea. Acudo, raudo como centella, antorcha en ristre. Que se haga la Luz, que se retiren las Sombras.

Siempre creo que acecha tras el siguiente recodo, o que ha huido hasta el siguiente. Sus pasos leves, su risa cantarina. ¿Por qué esta persecución sin fin, noche tras noche? Pero al cielo pongo por testigo de que no será sin fin; lo cazaré. Liberaré al mundo de la Abominación. ¡Corre, viejo Abraham, corre! Ya descansarás cuando estés muerto, ahora no permitas que la artrosis te retrase...

Por fin logré atajar y esconderme tras un recodo en lo que estimaba que era aproximadamente su ruta. Esperé. Nada. Silencio. Seguí esperando. Nada. Entonces empecé a oír sus pasos; primero distantes, después más y más cercanos. Creí que ya le tenía en mis manos. Sus pasos se seguían acercando. En mis manos. Calculé, una, dos, tres y salté sobre él, chillando al mismo tiempo. Fallé por poco. Apenas pude agarrarle de la ropa que se rasgó mientras mi propio impulso daba conmigo de bruces en la tierra. El me miró sorprendido, sonrió, echó nuevamente a correr y antes de que pudiera reaccionar, ya se había perdido nuevamente en las sombras. Quedé solo, aprehendiendo únicamente la neblina pestilente y escuchando como su risa -cantarina, espeluznante- se alejaba, se alejaba...



Las cocinas de la Residencia suelen estar muy limpias. A mi me recuerdan más a un quirófano que a una cocina. Son de las zonas que se suelen enseñar a los potenciales clientes y sus familias. Por lo tanto tienen que causar muy buena impresión. La cocina es rectangular, algo más larga que ancha pero casi cuadrada. En el lado, digamos, Norte tiene una puerta al exterior -al aparcamiento trasero del complejo- que además de constituir una salida de emergencia facilita el aprovisionamiento diario. Justo al otro lado de la cocina (sur) hay una puerta de vaivén, cada uno de cuyos dos batientes tiene un cristal que permite ver si alguien se acerca por el otro lado de la puerta: un diseño muy conveniente para facilitar el rápido trasiego de camareros con ambas manos ocupadas. El Este está ocupado por dos neveras de medidas americanas y dos puertas que dan a despensa y oficio, respectivamente. El lado Oeste de la cocina está dominado por encimeras y fogones, que se suceden y se mezclan siguiendo un patrón ideado para optimizar la usabilidad. En la pared Oeste hay varios colgadores con los utensilios de uso más frecuente y bajo encimeras y fogones, muchos, muchos cajones. También sobre los fogones hay dos enormes campanas extractoras de acero inoxidable que aunan la funcionalidad con un elegante diseño rectilíneo y contemporáneo.



¡Me ha roto la manga, el bufón me ha roto la manga! ya lo pagará, pero ahora no tengo tiempo para él. Sólo quiero abandonar esta prisión impía y volver a vagar por los bosques de mi niñez, cazando de noche. Así que huyo, corro y atravieso puertas y puertas, cada vez más rápido. Creía que ya no me podía doler el pecho pero sí. Acabo llegando al Templo de Marfil…

Ya he estado aquí antes, una noche. Fue aquí donde me aprisionaron –por última vez, juro que por última vez- con sus ritos cristianos. Aquí llegué huyendo, famélico, roído por el Hambre y la Sed. Esa vez me abalancé sobre una res recién muerta que sin duda los campesinos me habían dejado en el Templo como ofrenda para aplacarme. El cadáver estaba frío, la sangre coagulada. El olor a muerte invadía el Templo. Me desprecié a mi mismo por abalanzarme sobre él y comenzar a comer como el animal que no soy. Tenía que haber seguido huyendo pero en vez de ello me detuve y me incliné sobre el montón de carne cruda: Una vez que empecé a saborearla, no pude parar, a pesar de que me repetía a mi mismo que debía salir volando de allí pero me engañaba diciéndome que sólo un bocadito más, sólo lo justo para recuperar fuerzas y poder huir. Y luego otro bocadito. Y otro. Allí me encontraron Ellos, ahito, ebrio de sangre, desgarrando, sorbiendo y masticando, con la panza llena hasta la somnolencia.

Esta vez no, ni nunca más. El Templo tiene una puerta que da al exterior. Les oigo pero todavía lejos. Abro la puerta, salgo y cuando la suelto se cierra sola a mis espaldas. Libre, al fin libre.

¡Cuánto había echado de menos la emoción de la caza! Sentir la brisa en el rostro, ver la luna en el cielo, oir los grillos y, sobre todo los olores: tierra mojada, hierba cortada, el almizcle de cabras y campesinas, y lejano pero siempre presente, ese olor ferroso de óxido y tierra y sudor y heridas. Es casi como estar vivo, saltar y correr, ¿por qué no volar? una bestia más en el campo, persiguiendo a mi presa y siendo perseguido por mi pequeño bufón. Si no fuera por el hambre que es cada vez más intensa, casi dolorosa, podría pasarme toda la eternidad corriendo por el campo, feliz en el claro de luna. El pecho me duele de libertad, me duele de alegría. ¡Corro, corro!



Dado que la Residencia está en una parcela sita en un bosquecillo, sus alrededores son bastante silvestres a poco que uno se aleja de las decenas de metros a la redonda sojuzgados por los jardineros. Hay caminos que recorren la parcela y estos se mantienen en buen estado para los residentes y visitantes, y esparcidos por dichos caminos están también algún cenador y alguna glorieta ocasionales, pero en general la finca es boscosa y agreste.



-¡Abominación!
-Pero si es el pequeño Abraham, jajaja, ¿qué quieres? ¿nunca tienes bastante?
-Esta vez va a ser la última, Vladi.
-¿Tantas ganas tienes de morir?
-Prefiero morir que vivir en un mundo profanado por tu presencia.
-Sea, pues. Que se cumplan tus deseos…




No sería honrado negar que en las horas brujas –en el turno de Caronte- el personal de la residencia se relaja bastante. El turno nocturno atrae a profesionales tan mediocres que no consiguen otro empleo y también a algunos que aprovechan el silencio entre ronda y ronda para estudiar o para dedicarse a algún hobby o pasión personales. Esta noche, como casi todas, hay tres personas en la sala de guardia, una enfermera y dos celadores. Cuando se oyen los primeros ruidos de pasos apresurados, uno de los celadores coge una linterna y un walkie-talkie y mascullando una blasfemia, abandona la sala. Los otros dos empleados siguen enfrascados en sus quehaceres y hasta que suena la alarma de apertura de la salida de emergencia de la cocina, parece una de las cinco o seis incidencias de cualquier noche típica. Con la alarma saben que algo va mal y comienzan con el protocolo de emergencia, que incluye una llamada al buscapersonas del médico de guardia y otra al móvil del subdirector. La enfermera debe quedarse en la sala de guardia así que el otro celador va trotando hasta la cocina. Por el camino recoge un trozo de tela. Se trata de la manga de un pijama, medio hecha jirones.

Desde la puerta de emergencia de la cocina no se ve nada raro en el exterior. Tampoco parece haber ningún desperfecto en la cocina, así que tras una breve discusión entre el celador del walkie y la sala de guardia, el personal decide proceder a un recuento sumarísimo de los residentes. Cuando –quince minutos más tarde- se hace evidente que faltan dos, el personal de guardia está ya en un estado de nerviosismo más que evidente. Les lleva todavía unos minutos decidir su curso de acción y organizarse, pero acaban haciéndolo y dos de ellos salen con linternas a explorar la finca, gritando de vez en cuando los nombres de pila de los residentes ausentes.

§

Los dos cuerpos estaban en el cenador de Venus, separados por apenas unos metros. El Sr. Gómez, con su bastón de siempre y un ridículo sombrero de ala ancha, parecía haber sido atacado por un animal salvaje. Con mil heridas (arañazos, desgarrones, mordiscos) estaba tendido sobre su propia sangre, en una postura improbable. Inútil buscarle el pulso. El Sr. Lugo, en una postura más digna, yacía boca arriba, con una mueca de dolor en el rostro y las manos agarrándose el pecho. Una observación más meticulosa revelaría que también tenía heridas y contusiones en todo el cuerpo y también estaba manchado de sangre, propia y ajena, por todo el cuerpo, pero especialmente en el rostro y en las manos. Retiré la capa negra que se había puesto sobre el pijama para tomarle el pulso. Tampoco sirvió de nada.

A Philip José Farmer y Henry Miller, esa extraña pareja



martes, 1 de septiembre de 2009

Aldea Global

Estadísticas de "Misurros y Berreas"
Agosto 2009


País de procedenciaVisitas %Páginas%Pag/Vis
1 España982063,89
1648071,40
1,68
2 Mexico11007,1612905,591,17
3 Argentina10026,5111434,981,15
4 Chile8045,209223,991,15
5 Colombia4512,935802,511,29
6 Estados Unidos3192,023111,341,00
7 Venezuela2101,372931,261,38
8 Peru1861,171800,781,00
9 Francia1500,981630,691,07
10 Suecia1420,911600,691,14
11 Turquía1000,651620,691,60
12 Uruguay820,521200,521,50
13 India760,46730,301,00
14 República Dominicana700,46700,301,00
15 Brasil610,39610,261,00



Esto de internet es la (h)ostia.