La gente es sádica. No se me ocurre ningún otro motivo por el que en las oficinas modernas, los retretes tienen que ser de campo de concentración, sin intimidad alguna. Bueno, puede ser para humanizar a los jefes.
-Buenos días, Don Antonio.
-Buenos días, Peláez.
A continuación, Don Antonio se mete en la cabina, abierta por abajo y por arriba. Se le oye desabrocharse el cinturón, sentarse y respirar hondo. Demasiado hondo. Al cabo de unos segundos:
-¡Chop!
Claro, y eso con suerte. Porque también puede ser:
-¡Chorrrrorop, chop, chop, chop, chop, prrrr, chop!
Y según las teorías sociológicas al uso, esto le conforta mucho a Peláez que ve -oye más bien- que Don Antonio, a pesar de los gemelos de Loewe, a pesar de la corbata de Hermés, pues eso, que es absolutamente humano. Es un programa de Clima Laboral. Pero digo yo que debería haber otra alternativa, que no dejara tantas secuelas psíquicas.
Porque ese momento en el que entras al cuarto de baño, te estás lavando los dientes, pensando en tus cositas, y de repente empieza una serie de sonidos aterradores entre Tormenta del Desierto y Cabalgata de las Valkirias a pocas revoluciones, es que acojona, tú. Es que es muy duro, tú.
Incluso llegamos a aprender a predecir el timbre, volumen y cadencia del sonido según la complexión de cada individuo. Hasta cruzamos apuestas; si sabemos lo que ha comido el gordito de la tercera, podemos incluso predecir variaciones. En estos momentos, cuando estás bordeando el profesionalismo, cuando aciertas siempre -incluso con el vegetariano silencioso- te das cuenta de que tienes que dejarlo, de que se te está yendo de las manos.
Aún hay veces que empeora. No hablo ya del olor, -hedor- que sin las mínimas restricciones que imponen unas paredes, campa veloz y por sus respetos, sin dejarte oportunidad de evitarlo salvo que seas buceador profesional y seas capaz de aguantar la respiración un par de minutos o lo que dure un pis.
Y ya el puto infierno es el momento coral. Cuando no sólo suena la Tuba del Infierno sino que (hay una fila de tres retretes) se empiezan a producir armonías dodecafónicas, contrapuntos diabólicos a tres voces, realimentaciones positivas y competiciones tipo jam-session. Hay veces que uno se queda boquiabierto y ya no sabe si debería aplaudir, pedir un bis o llorar amargamente. Yo soy más de llorar, porque no acabo de comprender qué karma negativo he acumulado en vidas anteriores para tener que pasar diariamente por esto.
Tengo un colega que directamente no entra en el retrete. Lleva más de veinte años trabajando en la empresa y no. Es de hábitos ordenados y no pero si alguna vez tiene un imprevisto, pues coge el coche, se va a casa, deposiciona y vuelve. ¡Claro, así va la productividad del país! Pero entiendo la declaración de principios y la respeto.
Lo único que me extraña es que no hayan hecho los baños mixtos, tipo Ally McBeal, sería muy moderno y muy Best Place to Work y todavía se podría dañar más la psique del empleado. Mucho peor todavía que descubrir que Don Antonio es humano es despojar de todo glamour y de todo sex-appeal a la maciza de los ojos negros que no caben en la City, haciendo a todos sus babeantes admiradores constatar que es muy pero que muy pedorra...
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