jueves, 11 de febrero de 2010

El mito de Sísifo

Me desperté llorando. Me extrañó más la angustia que sentía que el notar las lágrimas -cálidas, como orina- en las mejillas. No sabía el motivo pero estaba seguro de que se trataba de algo terrible. Todavía casi dormido no me podía concentrar en nada que no fuera la tristeza y la boca seca. Poco a poco fui intuyendo el motivo de la tristeza y a medida que la sospecha se iba tornando en certeza, las lágrimas recuperaban su caudal salado y pleno. Suspiré, tragué saliva, me froté los ojos, volví a suspirar... Haciendo un esfuerzo titánico me levanté. Me crujieron las rodillas. Tenía que ir a trabajar, como siempre.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me desperté mojada. Me extrañó más el goce que sentía que el notar la humedad -cálida, como orina- en la entrepierna. No sabía el motivo pero estaba segura de que se trataba de algo bueno. Todavía casi dormida no me podía concentrar en nada que no fuera el placer. Poco a poco fui intuyendo el motivo de la alegría y a medida que la sospecha se iba tornando en certeza, la plenitud se instalaba en mis miembros. Suspiré, tragué saliva, me froté los pechos, volví a suspirar... Haciendo un esfuerzo titánico me levanté. Me temblaban las rodillas. Me volví a tumbar. Venía otro orgasmo, como siempre.

Unknown dijo...

Joder, como ha cambiado el cuento...