Este topo está haciendo de mi vida un infierno. Uno de los gatos ha desaparecido. La gata está preñada. Los muebles arañados y las cortinas huelen aproximadamente igual que la fábrica papelera de Marín.
Llevo unos días que creo que a veces oigo al topo por la noche. No me extrañaría que se comiera el aislamiento de los cables eléctricos; merecería la pena el cortocircuito y el tener que arreglar la instalación por ver el topito calcinado.
-¿Quién se ríe ahora, hijo de la gran puta? - le diría.
Pero me he documentado. He plantado estramonio en el jardín. Dicen que no falla. En cuanto se lo coma, la palma. Telón, que entren los metesillas y los sacamuertos y se lleven el cadaver de Gumersindo. Se acabó el espectáculo.
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