Me gusta enseñar mi musculatura.
No es de buen gusto pero no lo puedo evitar. Soy esas ondas de carne y tendones configurando protuberancias, olas, extensiones.
Hay quien dice que no, pero son bellas. Prometen gimnasia, prometen lascivia, prometen placer.
Tampoco es que me los pinte de aceite ni de sustancias fosforescentes que cuando ondean, brillen en la oscuridad.
Imagina ese bombear, ese reverberar, ese entrar y salir.
¡Ah! y ¿qué me dices de cuándo vibran? Como la danza del vientre, como las chocolatinas de Leónidas in Hollywood... Huele a gimnasio, a torcida, a sexo.
El órgano más musculoso del ser humano es la lengua...
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