domingo, 11 de marzo de 2012

Aldaba



Sólo me viene a la cabeza un calificativo para aplicar a este restaurante: tardofranquista. Se puede aplicar con soltura al local (mobiliario que ha conocido días mejores), al personal (huele a formol y a una improbable mezcla de caspa con laca; además compensa su servil servicialidad con una torpeza senil), a la localización (Alberto Alcocer -padre- 5, Madrid, muy Costa Fleming y entre tecnócrata y desarrollista), e incluso a la clientela (de toda la vida, incluso de una vida anterior). Ambientazo, vamos.

Pero es ello, a pesar de los pesares, que la borraja con guisantes me produjo sensaciones extáticas. El revuelto de bacalo era sofisticadísimo y nunca había probado un risotto de carabineros con un posgusto tan delicado, a pesar de que no llevaba queso y sólo un poco de mantequilla. Ayudamosnos con un Muga crianza correcto, no porque sedujera a priori sino porque los precios de la bodega no permitían otra cosa. 

Luego ya todo volvió a lo esperable con una repostería deleznable y unos chupitos lumpen-proletarios. Y claro, ni la previsión de precios ni el mencionado ambientazo nos permitió explorar los bebedizos de vaso largo, así que nos fuimos con la música a otra parte, no sin un nostálgico y envidioso atisbo de una prometedora cava de puros, tan anacrónica y fuera de lugar como nosotras, gracias a la legislación vigente.

Volveré, cuando ahorre, porque me gusta la Historia, el riesgo y la cocina sofisticada. Y quién sabe, quizás el Angel de la Muerte visite a camareros y clientes y la renovación genética lo vuelva a llenar de beautiful people. La beautiful people lo que tiene es que acompaña bastante.

Caro.

Crítica © by Sushi-Toro.