Podéis ir en paz. Por fin. Me siento liberado. Estaba empachado ya de cinco mil páginas; más de cinco meses de dedicar escasos y caros ratos de ocio a esta galería de personajes pantagruélicos y excesivos. Por fin me podré dedicar a cazar topos, a comer pescado crudo y a otras aficiones que tengo absolutamente abandonadas.
¿Quién dijo que la mejor novela tenía que ser eterna? Por esa teoría sufrimos aberraciones como las novelas de caballerías, los tebeos de superhéroes, Doctor Who y Amar en Tiempos Revueltos.
La longitud de la novela-río de Martin ha trascendido ya su interés y su significado. La peripecia apenas avanza puesto que los personajes apenas tocan a un par de capítulos cada uno. Martin tiene problemas para que no se le deshilache el lío y mantener el todo cohesionado. Un todo que está tejido y amañado desde antaño y que hace parecer a los figurantes como marionetas que ejecutan los pasos sin pasión ni convicción. Seguramente leeré los dos que quedan, con el mismo interés morboso que el que siento por la vida amorosa de la Duquesa de Alba, pero ya no me emociona.
Y algunos pecados imperdonables:
- Hasta ahora parte de la gracia estaba en que la acción era medieval, realista, decarnada. Nunca patológica. Pero ahora se cuelan ya personajes como Ramsay Snow, Bastardo de Bolton que resultarían excesivos hasta para los aficionados a Hannibal Lecter y a Chucky el Muñeco Diabólico.
- Hombre y el lector de este tipo de novelas tiene derecho a esperar una cierta honestidad en el desarrollo de la trama. No te puedes sacar de la manga en la página 4234 que no, que era mentira, que el hijo de Rhaegar no había muerto y que ahora viene desde el Parnaso a reclamar el trono. Improbable, deshonesto y chapucero.
- Y lo único que me faltaba es el rollito de Bran con los Hijos del Bosque y la Armonía-con-la-naturaleza-y-el-planeta-en-plan-pangea-de-comunión-con-los-árboles. Vomitivo. Si quisiera leer esto, me releería a Ursula K. Le Guin. Y estoy mayor.
En cuanto a la estructura, el experimento de Martin de hacer dos tomos con la misma secuencia temporal y la mitad de los personajes en cada uno, aunque atrevido y atractivo, resulta tremendamente fallido. Son demasiados años y demasiadas páginas entre la continuidad de los acontecimientos. Al final nos vemos como ante un fresco impresionista examinado desde muy cerca: Sólo vemos brochazos pero se nos escapa la percepción del cuadro.
No todo es malo en la novela:
- Martin sigue manteniendo un ritmo de cliffhanger con una facilidad envidiable.
- Se sigue desplegando el tapiz de Westeros, del Norte y de las Ciudades Libres, siempre nuevo, siempre interesante..
- Jon -más allá de la improbabilidad de ser jefe supremo electo de la Guardia de la Noche con dieciseis añitos- evoluciona razonablemente.
- No aparece Sansa. Sí, esto es positivo, definitivamente.
- Es curioso que los capítulos mejor escritos corresponden a puntos de vista de personajes nuevos, como si los habituales ya aburrieran a Martin tanto como a mí. Así tenemos grandes hallazgos como Kevan Lannister o Ser Barristan Selmy.
Aun así, cerrará 2011 como libro más vendido. Que nunca leamos un libro peor o más aburrido. Por lo menos no es un coñazo. Es sólo... prescindible. Veremos. En 2016, Los Vientos del Invierno...